Obispo por un día
Fue un día especial para Albert Cano Smith, de 10 años de edad y uno de los 54 monaguillos de Montserrat. De padre cordobés y de madre holandesa, se convirtió en todo un señor obispo --en bisbetó, exactamente-- del catalanísimo monasterio de Montserrat, después de unas elecciones democráticas entre sus compañeros. Uno puede pensar que en la escolanía del monasterio también se ha vivido el efecto Montilla. Albert, pesar de todo, era consciente que el honor era efímero. "No es lo mismo ser obispillo un solo día que ser obispo de verdad", admitía. Pero reconocía sentirse "protagonista".
No era para menos. Ante más de 400 personas de público, sus compañeros le revistieron con los ornamentos de un obispo tradicional. El alba con puntas, el cíngulo, la estola, el pectoral, la capa pluvial y los clásicos símbolos obispales: la mitra y el báculo.
Después del ritual, Cano, natural de Viladecavalls (Vallès Occidental), se asentó en el trono, en medio de otros dos monaguillos que iban revestidos con el traje coral de los canónigos. Jofre Gibert, era el vicario general, y Nil Domènech, secretario. El obispillo presidió así el concierto de la festividad de san Nicolás, en el que la escolanía interpretó tres piezas y el bisbetó hizo un solo.
La primera interpretación coral fue precisamente la de la "Leyenda de San Nicolás". El director musical, Joaquim Piqué, explicó la leyenda: san Nicolás resucitó a un grupo de niños que habían sido decapitados y cocinados por un malvado hostelero.
Esta simpática fiesta del bisbetó se remonta a la edad media y siempre se ha celebrado en el monasterio de Montserrat sin que nadie tenga conciencia de ninguna interrupción. "Una vez al año, se cambian los papeles y mandan los niños", explicaba ayer el director de la escolanía, Manel Gasch. A pesar de todo, reconocía que el obispillo, en Montserrat, "manda poco. Pero hoy ha podido decidir el menú de todos".
Después del ritual, Cano, natural de Viladecavalls (Vallès Occidental), se asentó en el trono, en medio de otros dos monaguillos que iban revestidos con el traje coral de los canónigos. Jofre Gibert, era el vicario general, y Nil Domènech, secretario. El obispillo presidió así el concierto de la festividad de san Nicolás, en el que la escolanía interpretó tres piezas y el bisbetó hizo un solo.
La primera interpretación coral fue precisamente la de la "Leyenda de San Nicolás". El director musical, Joaquim Piqué, explicó la leyenda: san Nicolás resucitó a un grupo de niños que habían sido decapitados y cocinados por un malvado hostelero.
Esta simpática fiesta del bisbetó se remonta a la edad media y siempre se ha celebrado en el monasterio de Montserrat sin que nadie tenga conciencia de ninguna interrupción. "Una vez al año, se cambian los papeles y mandan los niños", explicaba ayer el director de la escolanía, Manel Gasch. A pesar de todo, reconocía que el obispillo, en Montserrat, "manda poco. Pero hoy ha podido decidir el menú de todos".
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