El adiós de Pathe
Cuando las cosas venían mal dadas, él se encomendaba a Alá y ella, a Dios. Abismo insalvable entre civilizaciones, Pathe Aballo, senegalés musulmán, y María Teresa, catalana católica, fraguaron en el seno de un matrimonio de 15 años un microcosmos idílico, de esos que al acercarte transmiten todo lo bueno que puede haber en este mundo. Incluso en la dura circunstancia de un entierro.
Pathe, de 40 años, estrenó el lunes las instalaciones del tanatorio musulmán abierto en el cementerio de Montjuïc. El martes 24 de abril, el Trambesòs segó su vida cuando, al volante de su vehículo, el fallecido hizo un giro prohibido en la avenida Meridiana. Como todos los accidentes con víctimas mortales, un juzgado, a partir de atestados policiales y testigos, analizará las circunstancias en las que, a juzgar por los primeros indicios, la imprudencia fue causa del siniestro. Pathe vivía, con su mujer y sus dos hijos, de 14 y 12 años, en Viladecavalls (Vallès Occidental).
El imán de Blanes, localidad donde trabajaba el fallecido de recepcionista en un hotel, encabezó unos oficios que empiezan con el exhaustivo lavado del cuerpo sin vida. "En el rito musulmán, el difunto debe ser enterrado limpio de todo pecado", se limitó a comentar el líder espiritual, reacio a dar más detalles a un interlocutor no musulmán.
Antonio Cascales, un granadino de 74 años suegro de Pathe fue de las tres personas que, a las órdenes del imán, limpió el cuerpo.
"Con mucho respeto, hemos lavado su boca, manos, pies...la práctica totalidad de su cuerpo para, después, perfumarle y cubrirle con la sábana blanca con la que será enterrado", explicó, visiblemente afectado.
Los musulmanes presentes en los oficios elogiaron, en general, las instalaciones recién estrenadas, compuestas por una sala de lavado, un frigorífico y una sala de oración, aunque hubo un elemento que echaron mucho en falta. Las alfombras, necesarias para la oración.
Una amiga de la pareja también echó en falta otro elemento. "Entiendo que ellos no se sienten pero si se trata de parejas confesionalmente mixtas, como es el caso, vienen personas mayores que no pueden estar tanto rato de pie", apuntó Isabel Ramírez, de 45 años.
Un grave error deslució la buena marcha de la primera ceremonia musulmana. Cuando el cuerpo de Pathe estuvo preparado, la desagradable sorpresa se presentó al comprobar que no cabía en el ataúd. El fallecido medía 1,90 metros.
Con el objetivo de no dejar en suspenso la ceremonia, el cuerpo sin vida fue introducido, como se pudo, en el primer ataúd y se celebró la oración mientras la empresa Serveis Funeraris de Barcelona, participada por el ayuntamiento, subsanaba el error trayendo, deprisa y corriendo, otro ataúd.
Las directrices del imán fueron taxativas en ese momento. Pese a que, al principio, se barajó la posibilidad de que las personas católicas esperaran fuera mientras rezaban las musulmanas, finalmente, les instaron, viuda incluída, a permanecer al fondo de la sala, tras el grupo musulmán. Sin zapatos, secundaron al imán en una oración corta.
"Vamos a enterrarlo en Senegal", explicó Demba, de 52 años, uno de los dos hermanos que el fallecido tenía en España. "Era su voluntad", añadió. En Kandia, región de Kolola (Senegal), ya solo viven dos hermanos puesto que los padres fallecieron.
"Hemos hecho una recolecta en la que la gente se ha volcado con nosotros porque la repatriación cuesta casi 7.000 euros", explicó María Teresa, la viuda, peluquera de profesión que, pese a preferir tenerlo cerca, respeta la voluntad de su marido de ser enterrado en su país de origen. Pathe tendrá también despedida católica.
Pathe, de 40 años, estrenó el lunes las instalaciones del tanatorio musulmán abierto en el cementerio de Montjuïc. El martes 24 de abril, el Trambesòs segó su vida cuando, al volante de su vehículo, el fallecido hizo un giro prohibido en la avenida Meridiana. Como todos los accidentes con víctimas mortales, un juzgado, a partir de atestados policiales y testigos, analizará las circunstancias en las que, a juzgar por los primeros indicios, la imprudencia fue causa del siniestro. Pathe vivía, con su mujer y sus dos hijos, de 14 y 12 años, en Viladecavalls (Vallès Occidental).
El imán de Blanes, localidad donde trabajaba el fallecido de recepcionista en un hotel, encabezó unos oficios que empiezan con el exhaustivo lavado del cuerpo sin vida. "En el rito musulmán, el difunto debe ser enterrado limpio de todo pecado", se limitó a comentar el líder espiritual, reacio a dar más detalles a un interlocutor no musulmán.
Antonio Cascales, un granadino de 74 años suegro de Pathe fue de las tres personas que, a las órdenes del imán, limpió el cuerpo.
"Con mucho respeto, hemos lavado su boca, manos, pies...la práctica totalidad de su cuerpo para, después, perfumarle y cubrirle con la sábana blanca con la que será enterrado", explicó, visiblemente afectado.
Los musulmanes presentes en los oficios elogiaron, en general, las instalaciones recién estrenadas, compuestas por una sala de lavado, un frigorífico y una sala de oración, aunque hubo un elemento que echaron mucho en falta. Las alfombras, necesarias para la oración.
Una amiga de la pareja también echó en falta otro elemento. "Entiendo que ellos no se sienten pero si se trata de parejas confesionalmente mixtas, como es el caso, vienen personas mayores que no pueden estar tanto rato de pie", apuntó Isabel Ramírez, de 45 años.
Un grave error deslució la buena marcha de la primera ceremonia musulmana. Cuando el cuerpo de Pathe estuvo preparado, la desagradable sorpresa se presentó al comprobar que no cabía en el ataúd. El fallecido medía 1,90 metros.
Con el objetivo de no dejar en suspenso la ceremonia, el cuerpo sin vida fue introducido, como se pudo, en el primer ataúd y se celebró la oración mientras la empresa Serveis Funeraris de Barcelona, participada por el ayuntamiento, subsanaba el error trayendo, deprisa y corriendo, otro ataúd.
Las directrices del imán fueron taxativas en ese momento. Pese a que, al principio, se barajó la posibilidad de que las personas católicas esperaran fuera mientras rezaban las musulmanas, finalmente, les instaron, viuda incluída, a permanecer al fondo de la sala, tras el grupo musulmán. Sin zapatos, secundaron al imán en una oración corta.
"Vamos a enterrarlo en Senegal", explicó Demba, de 52 años, uno de los dos hermanos que el fallecido tenía en España. "Era su voluntad", añadió. En Kandia, región de Kolola (Senegal), ya solo viven dos hermanos puesto que los padres fallecieron.
"Hemos hecho una recolecta en la que la gente se ha volcado con nosotros porque la repatriación cuesta casi 7.000 euros", explicó María Teresa, la viuda, peluquera de profesión que, pese a preferir tenerlo cerca, respeta la voluntad de su marido de ser enterrado en su país de origen. Pathe tendrá también despedida católica.
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