domingo, diciembre 03, 2006

Casino Royale Peralada

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Esta es la historia de Jaume Font un 00 a la izquierda, afectado por un complejo de inferioridad por el que está empeñado en matar a todos los villanos que superen el metro sesenta de estatura. Font, después de suspender las oposiciones de agente secreto en el emeyseis de la pérfida Albión, decide probar suerte en el cuerpo de pitufos de la policía municipal de Viladecavalls. Allá, después de cargarse a dos gargameles con la uña gitana del dedo meñique del pie izquierdo, le hacen un contrato por ETT de seis meses con opción a otros seis, 12 pagas, dietas aparte y seguro dental. Y, como primera misión, le ordenan la desarticulación de una peligrosísima red de especuladores inmobiliarios, encabezada por Julián Muñón, que se dedica a construir y vender pisos a precios desorbitados en terrenos previamente recalificados por su socio Eduardito $aplana. Todo forma parte de un plan para que, para que... ¿para qué coño va a ser?, pues para que los cuatro chorizos de siempre se hagan asquerosamente ricos, riquísimos (ni que ahora hubiéramos descubierto la sopa de ajo, hombre ya).
Esto, ¿por dónde iba?... ¡ah, si! Jaume Font sigue la pista de Seisdedos (un esbirro de Muñón y primo hermano por parte de la vecina del 5º 2ª de Tamara Nocambieee) hasta el supermercado Plus de Badalona donde no tiene más remedio que disparar a bocajarro un chiquiprecio y volar la sección de charcutería para huir antes de que las ofertas se le echen encima.
Meme, la jefa del departamento doble cero, intenta por todos los medios disciplinar al nuevo agente haciéndole publicar en su blog cien veces un cuestionario con títulos de canciones de un mismo autor, pero Font resulta ser incorregible y acaba por infiltrarse en el propio blog de Meme, donde obtiene una pista que le lleva hasta el Castillo de Peralada, en cuyo Casino se celebra una partida superarchimegamillonaria de Remigio a dos cartas descubiertas en la que participa Julián Muñón para abastecerse de fondos para su constructora.
Jaume Font acude a la partida acompañado de la tesorera del Ayuntamiento de Viladecavalls, Aprilia Masferré i Casacuberta, que le suministra la pasta, una pasta que procede de los fondos que estaban reservados para hacer el asilo municipal justo antes de las elecciones, pero que ahora tiene que servir para desbancar a Muñón y llevarle a la bancarrota junto a su endemoniada constructora y, de ese modo, poder proporcionar un futuro asequible a la juventud de este país que busca independizarse de una jodida vez de sus padres pero no pueden porque los precios están por las nubes, sumsum.
Pero no nos calentemos...
En la mesa central del Casino, después de cuatro horas de tensa partida, Muñón se pega un farolazo que hasta yo que no tengo puta idea de Remigio lo veo con estos ojitos azules que Dios me ha dado, pero no el tonto del Font que, eso sí, es más chulo que un paquete pipas, se juega toda la pasta y la acaba perdiendo.
Hay que ser tonto, Font, coño. ¡Tonto de remate!
Pero, ¿ahí se acaba la peli? Nooooor.
Porque en la partida también está el amigo de Font, Llorente 69 agente de la Tia, que juega y se deja ganar por Font para que el chaval recupere algo de fondos y pueda seguir en el juego. Muñón, que se percata de la sutil maniobra, manda a su amante la cupletista Isabel Antojos a envenenar con colonia pachuli uno de los calimochos que Font se mete entre mano y mano (y que siempre pide mezclado, no agitado, y con una cáscara de melón) pero Jaume, que ahora ya no es tonto y tampoco compra en Mediamarket, al primer sorbo percibe el peligro (porque es Font y porque está en el guión y punto), sale tambaleándose al parking del Casino a punto de tener un infarto a causa del veneno, saca fuerzas de flaqueza, hace en plan bricomanía un puente con la batería de su Hyundai Coupe último modelo y se aplica una descarga en el mismísimo corazón. Joder, ¡qué escena, por Dios!
Poco después, vuelve a la mesa más fresco que una lechuga (como si fuese del mismo centro de Bilbao, oyes pues) y en un tête à tête contra un atónito Muñón, saca una escalera de color fluorescente y se lleva toda la pasta. Toda, todita, toda y ¡ahí te pudras, Muñón!
Pero Muñón, cabreado, lo espera a la salida, lo secuestra a él y a la tesorera (que a todo esto, ¡como no!, se ha hecho amante de Font) y se los lleva a uno de los numerosos pisos vacíos que tiene Muñón, para torturarlo hasta que revele la contraseña de su cuenta bancaria. Para ello se sirve del último libro de Paulo Coelho que atado a un extremo de una cuerda de barco mercante usa para machacarle los hueflins. Pero Font, que es un chicarrón del Norte y además huérfano por parte de madre y padre, aguanta lo indecible y cuando la voz ya se le empieza ligeramente a aflautar, entra Eduardito $aplana y se carga a Muñón por lentorro. “Ejjj que llevábamos dos horas de película y todavía seguíamos como al principio”, dirá.
Inexplicablemente (en ese momento, claro) también deja libres a Font y a Aprilia (que han quedado inconscientes por los guantazos), los cuales se lían la manta a la cabeza y se piran a Castelldefels de luna de miel. Font llama a Meme para anunciarle que dimite de agente, pero ésta le pregunta que "Where is my money, monada?" y será entonces cuando finalmente Font, nuevamente el tonto de Font, se dará cuenta de que la dulce tesorera le ha estado dando conejo por liebre todo ese tiempo y que ha pillado la pasta para largarse con su antiguo novio Harley que la esperaba en una Vespa amarilla del servicio de Correos. Font baja cagando leches por las escaleras, los sigue hasta descubrir el lugar de contacto con $aplana, se lía la de San Quintín y la pobre chica, que al final resulta, snif, snif, que todo lo hizo para salvarle la vida a él, muere sin que nuestro agente pueda hacer nada para evitarlo.
Font, que se ha quedado más solo que la una, jura por lo que le queda de sus hueflins que dedicará el resto de sus días (los cuatro o cinco primeros, tampoco vayamos a exagerar) para atrapar a Eduardito $aplana en su madriguera de la isla de Génova. Y, como buena película blockbusteriana que es, al final lo consigue (que entenderéis que no explique cómo, para no estropear la peli).
Y colorín colorado, esta rallada se ha acabado.

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